¡Ven hasta mí -como la voz del viento-;
-como el beso del alba y de la nieve-,
que acarician la faz del sufrimiento!.
Hermanemos la pena suavizada,
mientras comulga mi quimera leve
con tu candor de alondra enamorada.
¡Ven hasta mí!; quiero que me comprendas;
que no finjas caprichos ni ademanes;
quiero que humanamente me desprendas
tu racimo de amor..., y lo desgranes.
Cultiva mi soñar con tus ofrendas,
pero el ritmo cordial no lo profanes;
quitémosle, al querer, flechas y riendas,
y hagámoslo pirata de huracanes.