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Poemas del alma y para el almaEl buscador de orquídeasTac ... Tac ... Tac ... grita el hacha en la espesura.Tac ...Tac ... Tac ... sin cesar repite el eco; y se ahonda en el Roble la cisura mortal, al golpe despiadado y seco del hacha, reluciente y homicida, que va agrandando, con su filo, el hueco, de la espantosa y perfumada herida. Y el roble, lentamente, se destronca; parece un arpa inmensa...pero muda entre cuyos bordones la voz ronca del aquilón, huir despavorida, sin encontrar la resistencia ruda de la vibrante ramazón tupida... porque el áarbol que muere, ¡se desnuda!. Ante la furia del postrer mandoble del viejo buscador de faz curtida, rueda como un Titán el alto roble, desgarrando el verdor de la maraña hosca y espesa, en su brutal caída. Y, produciendo un lúgubre redoble que atruena el corazón de la montaña por el soplo del viento sacudida, a tierra viene como frágil caña, aquel gigante secular...¡sin vida!. La fiera hirsuta asómbrase en la sombra. Salta el ciervo veloz, ante el aciago conflicto y, de la grama por la alfombra, huye el reptil ante el ruidoso estrago. Las aves, en innúmereras, tienden, medrosas, su tremante vuelo; y, sesgando hacia el bosque sus miradas, se pierden en los ámbitos del Cielo. Con sus ya rotos e impotentes brazos en todas direcciones extendidos, el gran muerto reposa en la hojarasca, preso de los bejucos en los lazos. Él, que supo luchar con la borrasca, y de los huracanes los bramidos oyó, y sintió los fieros aletazos, ¡yace por fin, con su millón de nidos, inmóvil, sobre el suelo, hecho pedazos!. Y por la formidable cortadura que le abrió el hacha innoble y asesina, llora su irreparable desventura, con odorantes gotas de resina. ¡En tanto, como un fúnebre lamento preñado de nostátalgicas congojas, un largo de profundis canta el viento entre los cortinajes de las hojas!. clava, del muerto aquel en los escombros, el buscador, triunfante, sus pupilas; y, con esmero y pulcritud, le arranca, ya de la prominencia de los hombros, ya de la cavidad de las axilas, la orquídea roja o amarilla o blanca. ¡Pobres flores! mañana en la europea corte, engalanarán regios salones; y doblarán sus tallos, doloridos, no a los destellos de la fébrea, ¡Ellas ... las confidentes de los nidos! ¡pobres flores!...Por ellas el frondoso roble cayó, bajo su propio peso, a los golpes del hacha del curioso buscador de parásitas...Por eso perdió, su nido el trinador alado, y el gajo predilecto y sigiloso, en donde el néctar de su dulce beso daba a su compañero amado, bajo el abrigo del follage espeso. ¡El gran roble, somnífero y verdacio ya no más erguirá sobre los otros ärboles de la selva su penacho! ¡Ni oirá el trotar de los salvajes potros! ¡ Ni escuchará el rugir de la pantera, que, al gozar las caricias de su macho, sintió morir su corazón de fiera. ¡Ya nunca más bambolaeará, borracho de escencias infinitas, su alta copa, ni sentirá en su troco los auxilios de la terrestre savia ... ni la tropa alada irá a cantarle sus idilios. ¡no más el sol, que alumbra, con su tez el universo, dorará, sus frondas; ni la brisa que canta y juguetea, lo mecerá en la hamaca de sus ondas! ¡Ni nunca más, bajo la noche bruna, del mirlo escuchará la serenata, ni ya sus hojas volverá la luna a bañar con sus lágrimas de plata! ¡Ahora, el viejo roble, desquisiado, se pudrirá ... se pudrirá en su lecho de húmeda lama y de agresivo helecho. ¡Oh, que triste está ahí ... todo encorvado! ¡Él tan altivo siempre y tan derecho! ¡oh, que mustio está ahí ... todo maltrecho! ¡Él, el sultán del bosque, destronado! Y, ¡Oh padre ... pensé en tí: roble fornido del huerto de mi amor! ¡ Columna recia del templo de mi hogar! - Hogar; iglesia Única y verdadera ... santo nido: ¡bajo el fragante lienzo del sudario , que te envuelve, también padre, querido, duermes como ese roble centenario, bajo el musgo balsámico y tupido. ¡Pensé en tí, muerte ... que tan presto acudes! Pues tornaste en míseras pavesas a aquel ptriarca de ojos apacibles, por robarle y robarnos sus virtudes; bondad, amor, ternura ... todas esas parásitas del alma, inmarcesibles y con odio implacable ... pero noble, contemplé el rudo buscador de aquellas orquídeas melancólicas y bellas... Me incliné sobre el tronco del gran roble; ¡Besé sus flores...y lloré por ellas!
Por Julio Florez - Poeta colombiano.
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